Dos monarcas pétreos, impasibles y ajenos a los problemas del paso del tiempo, contemplan sus amplios dominios des de las alturas. Tierras verdes y alegres en primavera, solitarias y melancólicas en otoño, pero siempre exuberantes y acogedoras. Son los valles de la Ribera Salada y del Cardener, situadas en el Solsonés.
La reina, con su atuendo blanco de dura caliza, se adorna con extraplomos sonrojados. En algunos de los mas duros inviernos, se cubre con su viejo velo blanquecino, añorando sus nupcias casi olvidadas.
El rey, siempre con su traje gris de aglomerado, se mantiene vigilante. Después de varios siglos de insomnio, su cara cansada y soñolienta, esta surcada de arrugas, donde las raíces de algunos árboles penetran en busca de sus entrañas. Sus ojos abovedados, con negras bolsas, derraman lágrimas, señal de tristeza y nostalgia de tiempos ya pasados.
Los cortesanos, algunos cercanos y afines, otros lejanos e intrigantes. De aglomerado los del rey, de caliza los de la reina. Los primeros, viejos ya, dejaron atrás las intrigas de la corte; prefiriendo demostrar su amistad. Las cortesanas de la reina, todavía son jóvenes, solo una de ellas ha osado enseñar sus adolescentes encantos, pero la mayoría, doncellas hasta el momento, esperan príncipes que descubran sus encantadoras formas.
Los vasallos del reino son pueblos dormidos, sus pocos habitantes se confunden con el tranquilo y solitario paisaje. Son ellos los que mantienen abiertos los caminos que permiten llegar hasta la pétrea corte.
Tan magnánimo y magnífico castillo tiene salvajes jardines, situados en barrancos y quebradas, cuya flora ha permanecido sin influencia humana; salvaje e inalterada. Se pueden encontrar tilos, tejos, robles, bojes, pinos..., entre otras especies. Todas de centenaria edad que nos sorprenderán en cualquier recodo y en todo momento.
Hay otros habitantes en el milenario castillo, desconocidos por la pétrea corte hasta hace poco tiempo. Al llegar fueron bien recibidos. Un solo instante mágico, fue necesario para que surgiera la amistad. Son como sus fantasmas. Visitan el lugar con bastante frecuencia, ansiosos de conocer todos los rincones de sus impresionantes muros. Las posibilidades que el lugar encierra en sus entrañas, junto con lo que ya conocen, les ha fascinado tanto que necesitan darlo a conocer.
Otros moradores esperan estos monarcas y su corte, tal vez así, olviden sus nostalgias y tristezas.
Així, a mode de redempció o reconciliació, he tornat a Canalda fent un viatge al meu inframón més íntim: acaronant primer la roca i regravant la F inicial amb la meva rabia més sentida. No només necessitava buscar respostes, sinó també, volia retre un petit homenatge a l'Ivàn que, malauradament, no vaig arribar a coneixer. Serveixi el post per recordar-lo.
Adéu per sempre, company, descansa en pau.
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